El alba tiñe de un rojo intenso las nubes y las aguas de la bahía de Ushuaia y desplaza lentamente las penumbras, lo que deslumbra a los pasajeros del catamarán que parte hacia el Canal de Beagle, donde estos días tienen el privilegio de ver amanecer desde el mar a las 10 de la mañana.
La capital de Tierra de Fuego, ya inmersa en la Fiesta de la Noche Más Larga en una ciudad del hemisferio sur, que celebrará el solsticio del 21 próximo, brinda al turista la oportunidad de ver la salida del sol sin tener que madrugar.
Este mes hay gran demanda de tours marítimos a partir de las 9 en la Ciudad del Fin del Mundo, cuyos turistas quieren ver el fenómeno desde un lugar privilegiado como las aguas del Canal de Beagle, que se tornan rojizas a esa hora a causa de un sol aún invisible tras la cola de la Cordillera de los Andes.
Cuando el catamarán Massimo, llega a su primera parada, la isla Alicia, el tono crepuscular ya ha desaparecido pero aún no hay luz suficiente para ver con claridad la colonia de lobos marinos de un pelo que habitan esa roca cercana a la bahía.
El guía Maximiliano, miembro de la tripulación que encabeza el capitán Sergio, explica que se trata de un grupo de unos 800 ejemplares de estos pinípedos estacionados en esa roca ubicada a poco minutos del puerto, desde la que la nave continuó hacia la isla Berta.
En este segundo islote que aflora en medio del canal que une los dos océanos, también hay una colonia de lobos marinos, pero de dos pelos, que sólo la habitan en otoño e invierno, luego de reproducirse en islas antárticas y subantárticas, como la Malvinas y las Shettlands, entre otras.
Estos mamíferos comparten el espacio con numerosas aves, en especial gaviotas, cormoranes y palomas antárticas, varias de las cuales acompañaron al catamarán durante el paseo.
Algunas palomas antárticas se posan en el parabrisas de la cabina de mando del catamarán y la cubierta, lo mismo que una especie de tordo, muy negro, cuya confianza lo lleva a caminar entre los pasajeros en cubierta.
En estos días previos al invierno, a diferencia de latitudes menores, en Ushuaia el sol no hace un recorrido de este a oeste sino que marca un pequeño arco con esa dirección pero en el norte, sobre el monte Olivia y otros picos cordilleranos para desaparecer en pocas horas.
Cuando el catamarán enfila con mayor velocidad hacia el oeste, rumbo al islote en el que se erige el icónico faro Les Éclaireurs, la claridad diurna ya es total bajo un cielo despejado, pero aún faltará mucho para que los rayos del sol lleguen oblicuos a la nave e iluminen las aguas hasta la tarde.
Pronto aparece la torre de ladrillos con la linterna en lo alto, sobre sus tres franjas rojas y blancas que constituye una de las postales típicas de Ushuaia, con sus 22,5 metros sobre el nivel del mar y 11 desde su base.
El guía aclara que «este es el mal llamado Faro del Fin del Mundo», ya que no es el que inspiró a Julio Verne en su famosa novela «Le phare du bout du monde», publicada más de 15 años antes que el faro Les Éclaireurs entrara en funcionamiento, en 1920.
El verdadero Faro del Fin del Mundo estaba en la Isla de los Estados, más de 250 kilómetros hacia el este, y sus restos se encuentran en el Museo Marítimo de la ciudad.
El Faro de San Juan de Salvamento, tal su nombre real, tenía forma de torta, con cinco metros de altura y nueve de diámetro, y según contó Maximilano, por iniciativa de un grupo de franceses está en marcha la construcción de una réplica en el lugar original.
Luego de una lenta navegación en torno al faro, cuya linterna alimentada por energía solar ya estaba apagada, y las fotos de rigor por parte de los turistas, el catamarán enfiló hacia la última parada: la isla Bridge, el único punto con desembarco de la excursión.
En esta isla, la mayor de un archipiélago de islotes del mismo nombre, las naves encallan su proa en la playa de gruesos cantos rodados y los turistas descienden por una planchada inclinada para dar un paseo por senderos sinuosos y ondulados entre su escasa vegetación arbustiva.
Si bien suele ser parador de pingüinos y lobos de uno y dos pelos, en esta época sólo se pudieron ver las aves marinas mencionadas, que parecían flotar en el aire en su contínuo empecinamiento en volar contra el fuerte viento del canal.
Originalmente habitada por indígenas yámanas, cerca de la costa se instaló un grupo escultural que representa a una de esas familias en su choza de ramas, y más adelante, junto al ascendente camino señalizado hay un hoyo donde se hallaron vestigios arqueológicos dejados por esta población.
La isla debe su nombre al reverendo inglés Thomas Bridges, el primer inmigrante que vivió en el canal Beagle tras abandonar la misión que fundó donde luego se establecería Ushuaia, quien junto a su hijo Lucas elaboró un diccionario de traducción del yamaná al inglés.
Cuando la nave emprende el retorno a la ciudad, el viento se intensifica, pero para Maximiliano es un día calmo en superficie, aunque no en la altura, ya que unas oscuras nubes avanzaron hasta cubrir el cielo.
Pasado el mediodía, al llegar al puerto de Ushuaia, las nubes taparon el sol que debería brillar a unos 45 grados del cenit hacia el norte, en lo que sería su mayor altura de la jornada, para pocas horas después comenzar a declinar nuevamente.-