Por Claudio Benites | Puerto Madryn inauguró este mes la temporada de ballenas, con una marcada expectativa hacia las vacaciones de invierno, donde las autoridades turísticas estiman una presencia de visitantes superior a la de la última temporada de verano, que esperan que se proyecte a las futuras vacaciones estivales.
El avistaje de ballenas en Puerto Madryn comenzó el 2 de julio, con una presencia masiva de ejemplares de la Ballena Franca Austral, generando un espectáculo inolvidable y único para los turistas y lugareños.
Este año un total de 1.006 ejemplares fueron captados en el primer censo aéreo de la temporada, según informó el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).
La gran mayoría fueron ubicados en las zonas tradicionales de avistaje, como el Doradillo, cerca de Puerto Madryn, donde es posible apreciarlas desde la costa, y en Puerto Pirámides, donde se los puede ver desde botes.
Según el censo, se contabilizaron 496 mamíferos solitarios, 33 madres de crías de la temporada 2020, 33 crías nacidas durante la temporada 2020, 222 madres de crías nacidas este año y 222 crías nacidas este año.
Respetando el ciclo reproductivo, a partir de junio las ballenas ingresaron a los golfos Nuevo y San José en busca de un lugar de aguas calmas y protegidas, tras haber permanecido durante meses aguas adentro, a la altura de Brasil, alimentándose de krill.
«Las primeras ballenas comienzan a aparecer en abril, allí ya es posible ver alguna que otra en la zona del golfo. Pero no es hasta fines de junio o julio cuando se registra la mayor concentración, que se extiende hasta mediados de diciembre», indicó Diego Weigandt, el guía que acompañó Télam durante el recorrido por el Golfo Nuevo.
La Ballena Franca Austral es sin dudas la estrella del espectáculo al que se suman elefantes y lobos marinos, pingüinos de Magallanes, delfines, orcas y otras tantas especies de fauna terrestre y flora, conformando una de las atracciones turísticas por excelencia del país, especialmente valorada por el turismo extranjero, aunque este año la presencia de foráneos no sea posible.
Los enormes animales de entre 30 o 40 toneladas se desplazaban lenta y silenciosamente por debajo del gomón sobre las aguas agitadas y ya en la superficie quedaban al alcance de la mano, apareciendo a uno y otro lado de manera inesperada, en un juego constante de sorpresa.
Con movimientos increíblemente suaves y precisos son capaces de pasar por debajo de la embarcación, sin casi rozarla siquiera, o elevarse a un costado de la misma y caer espléndidamente, como en un bello paso de baile, empapando los rostros llenos de asombro.
«Los machos alcanzan hasta los 12 metros y las hembras adultas pueden medir de 13 a 16 metros. En la boca, que tiene forma curva, se hallan unas 260 placas o barbas córneas, unidas a la mandíbula superior, que originariamente se llamaban «baleen» y de donde proviene el nombre castellano «ballena», explicó Carla, una de las tripulantes que acompañó en el avistaje.
«Cuando las ballenas están aptas para reproducirse, regresan cada tres años al área de la península de Valdés en busca de aguas seguras para parir otra cría. Al momento de nacer, los ballenatos miden cinco metros y medio y el período de amamantamiento dura lo mismo que su gestación, 12 meses», detalló Carla.
Las callosidades que se observan en la cabeza, son el «sello de identificación de las ballenas, algo así como sus las huellas digitales, ya que no existen dos marcas iguales», dijo Miguel, otro de los tripulantes, quien señaló que esta particularidad «permite individualizarlas y hasta a veces permite determinar si es la misma ballena de otros años, con la que nos encontramos».
Durante la época de cría y de reproducción, la provincia de Chubut permite la navegación únicamente en el Golfo Nuevo y sólo a embarcaciones de empresas turísticas autorizadas y sólo una por grupo de ballenas, así «el avistamiento está totalmente regulado para proteger la integridad de las ballenas, que fueron declaradas Monumento Natural en el año 1984», agregó.
Para poder realizar el avistaje, es necesario trasladarse desde Puerto Madryn hasta la Península de Valdés, un viaje de alrededor de 100 kilómetros que demanda poco más de una hora por el desolado paisaje de estepa patagónica, con cuidados especiales por la presencia permanente de guanacos a la vera de la ruta.
Sin embargo, no es la única opción; también se lo puede hacer desde la zona conocida como El Doradillo, un área protegida situada a 12 kilómetros de Puerto Madryn, donde es posible verlas desde la playa, o desde un acantilado, muy cerca de la costa, porque son aguas profundas y calmas, condiciones ideales para su presencia.
El secretario de Turismo de la ciudad de Madryn, Marcos Sebastián Grosso, dijo que «desde que se anunció formalmente la apertura del turismo en la provincia de Chubut, más las acciones de promoción realizadas estas dos últimas semanas, crecieron mucho las consultas y la concreción de reservas».
El funcionario consideró que «la decisión de Aerolíneas Argentinas de llegar a Puerto Madryn va a acelerar y potenciar el arribo de turistas, por lo que nos estamos imaginando un escenario similar a lo que fue la temporada de verano, esto es un 50 por ciento de una temporada normal, lo que significa una ocupación del orden de entre el 30 y el 35 por ciento, lo cual sería sumamente positivo después de un año totalmente cerrado, aunque los esfuerzos están puestos en superar esa cifra».
El último fin de semana de Semana Santa, Puerto Madryn «tuvo un nivel de ocupación superior al mismo fin de semana en el año de la prepandemia y estamos trabajando fuertemente para que ésta sea una gran temporada de ballenas», afirmó.